lunes, 20 de enero de 2020

Guerra al agua del grifo

A estas alturas, seguramente todos los medios hemos escrito sobre las tendencias gastronómicas y modas que acechan para este 2020, pero lo cierto es que se nos ha olvidado una que, pese a no ser nueva, amenaza con dar mucho la lata a lo largo del año: las campañas para demonizar el agua del grifo.
Y es que el agua embotellada o los sistemas de filtrado son un negocio demasiado bueno como para permitir que se acabe, por mucho que cada vez sean más las voces que defienden una obviedad: el agua del grifo es igual de buena, perfectamente segura y, por supuesto, mucho más barata y sostenible.
Desde hace tiempo colean los intentos por obligar a bares y restaurantes a ofrecer agua del grifo en sus locales. Unido a los malos tiempos para el plástico y los envasas, blanco y en botella. O, mejor dicho, transparente y del grifo.
El caso es que en la misma semana han ocurrido dos cosas aparentemente independientes pero que obligan a sospechar de una incipiente campaña para demonizar el agua del grifo: un estudio que la vincula al cáncer de vejiga y una encuesta en la que se asegura que la gente sigue prefiriendo el agua embotellada.
Primero te meten mucho miedo y luego tiran por la parte más amable. Que no es solo para que no te mueras de cáncer, es que además el agua del grifo sabe mal, a saber lo que tiene y, en fin, es como muy de pobres, ¿no?
Lo del cáncer ha salido en todas partes, con versiones más o menos tremendistas dependiendo del clickbait aplicado al asunto. Desde que los trihalometanos nos van a matar a todos y la epidemia ya ha empezado -eso siempre da muchas visitas, claro-, hasta los que se han molestado en ir un poco más allá para explicar bien las cosas.
En realidad, es una estimación, no un estudio con mediciones reales,recuerdan los expertos. E incluso la propia autora ha aclarado que el objetivo es animar a mejorar los niveles de calidad del agua actual, que son buenos y, por supuesto, cumplen con la normativa.
En el caso de los dichosos trihalometanos, los niveles en España están casi cuatro veces por debajo del máximo permitido. Pero no permitamos que la realidad nos estropee un poco de histeria colectiva que las compañías de agua embotellada estarán siguiendo con una sonrisa de oreja a oreja.
Un par de detalles más que merece la pena recordar: el agua embotellada es sometida a menos controles que la del grifo y -como apuntaba el siempre atento Juan Revenga- parte del agua embotellada es simplemente agua del grifo filtrada.
Recuperados ya del susto del cáncer, segundo asalto: el estudio de turno que nos recuerda que la mayoría desconfía del agua del grifo. Claro, como para no hacerlo.
Y es que, según una encuesta realizada por TAPP Water, lo que más preocupa del agua del grifo es la cal (73%), el cloro y las bacterias (ambas 64%), y los microplásticos (63%), aseguran en una nota de prensa de esta compañía especializada -sorpresa- en sistemas domésticos para filtrar el agua.
Es verdad que ellos mismo recuerdan que el agua del grifo “está altamente regulada y cumple con todos los estándares internacionales de calidad y salubridad”. No se trata de un ejercicio de sinceridad desinteresada: su enemigo es tanto el agua tal cual sale del grifo como la embotellada, recordemos.
De hecho, si escribimos agua del grifo en Google ahora mismo, un anuncio de esta start-up preguntándose si el agua de Barcelona -la ciudad desde donde estamos tecleando- es buena es lo primero que nos aparece.
La buena noticia es que, tras la publicidad y el torrente de noticias alarmistas, solo un poco más abajo, una noticia del ayuntamiento de Barcelona recuerda que exigir a los locales que se ofrezca agua del grifo es una labor pendiente.
Ojalá sea uno de los logros de este 2020 en el que, mientras tanto, seguro que siguen metiéndonos mucho miedo.  Ni caso: el agua del grifo es segura y barata por mucho que nos quieran convencer de lo contrario.

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